Por Cacho Fernández
En el mundo del fútbol se dice que el ganador debe tener hambre de gloria para poder alzarse con el triunfo. Sin esa vocación de poder y sin ese hambre, es prácticamente imposible convencer a los votantes.
Eso mismo lo sintieron todos los que ganaron. Lo tuvo Carlos Menem pese a que le disputaba el gobierno a un “continuador” de Alfonsín, quien había demostrado un enorme heroísmo cívico al meter presos a las cúpulas responsables de haber gobernado por medio de las armas y del Terrorismo de Estado.
Menem volvió a exhibir ese hambre de poder para poder arrasar con Bordón y “Chacho” Álvarez en el 95, y la tuvo también Néstor Kirchner para competirle a quien había vuelto a ganar la primera vuelta de una Ley de Lemas trucha puesta en marcha por Eduardo Duhalde, quien con esa actitud confirmaba que su único objetivo era el de desquitarse del riojano que lo había expulsado (o premiado) a la Provincia de Buenos Aires que sin la ayuda de Menem y el Fondo de Reparación Histórica no hubiese podido lograr.
El pasado 7 de septiembre, ese hambre de gloria la sintió fuertemente Axel Kicillof y tal vez algunos intendentes con peso y decisión de hacerle morder el polvo a un Presidente que se ufanaba de ser ajustador. (El ajuste jamás tuvo convocatoria electoral por más racionalidad que le quiera poner).
Kicillof la vio clara. Consciente de que el electorado se hallaba agobiado por el modelo económico nacional vigente, defendió la idea de desdoblar la elección y comenzó a moverse alrededor de esos ejes. Y le demostró a Cristina Kirchner que tenía razón.
En tanto, Javier Milei y su hermana continuaban ajenos a la realidad y embriagados con su triunfo anterior. Habían detenido la historia y creían que la gente continuaba estancada con aquella posición que los había llevado al triunfo electoral de 2023.
Aprovechando el hartazgo de la gente, Milei sorpresivamente había ganado. Un outsider que portaba algunos conocimientos de economía demasiados simplificados, quizás, aprovechando ese agotamiento de la gente se había mandado a la aventura política de querer ser presidente. Hoy, apenas dos años después, no sabe cómo remontar la terrible paliza electoral que recibió en la principal provincia argentina que decidió decirle “no” a su modelo económico y a su estilo político. El “símbolo” del régimen, según la definición de Eric Hobsbawn, se encuentra hoy completamente aturdido y bajoneado por la derrota provincial. Intenta remontar la situación con la metodología de carpintería de armar infinitas mesas sin saber qué hacer con ellas.
Tanto es así que hoy no se sabe quién tiene el poder, si el Presidente, su hermana o Caputo, cualquiera de los dos porque ninguno de ellos sabe qué hacer.
Las emociones son peligrosas
Pero hoy algunos gobernadores de la oposición huelen sangre y quieren ir por la batalla decisiva. Como decía el historiador Eric Hobsbawn reflexionado con la Revolución Francesa, “los regímenes caen cuando caen sus símbolos” y Milei, como ninguno de su entorno lo es. El 26 de octubre es para esos gobernadores la fecha decisiva para asestar ese cachetazo casi final. Nadie sabe aún cuál será el desenlace definitivo de ese resultado, si la autocrítica final del Gobierno del desastre que viene haciendo, si será un cambio de estilo, un mero maquillaje como el de ahora con la creación de un supuesto Ministerio del Interior, si será una Asamblea Legislativa como se viene comentando hoy en los medios o un juicio político como amenazan algunos opositores más extremos. Pero Javier Milei está en la mira y por ello su hermana está acorralada por todos lados, por la Justicia y por la política. Los emocionales suelen tener esos finales.
La gradualidad no es propia de la emocionalidad sino de la racionalidad política. Los emocionales irrumpen en la escena súbita y ruidosamente y finalizan su actuación de la misma manera. La economía es la protagonista fundamental que le marca el ritmo y el tempo teatral.
“El bolsillo es la víscera más sensible”, como solía graficar Perón colocando la economía chica en el centro del mundo emocional. Y esto explicaría el voto de los bonaerenses el pasado 7 de septiembre.
Milei es el emblema de este modelo económico y político que viene castigando a los argentinos y por ello es que hoy está en la mira de todos los opositores, desde los duros hasta los más moderados. Seguramente, la gente continuará yendo a votar a favor o en contra de la línea económica vigente, pensando en que el futuro suyo/a y de su familia pasa por esa aparente simplificación, esto es, si a favor o en contra de Milei. Él mismo ayuda a resolver esta disyuntiva cuando, en vez de autocriticarse, verbal y prácticamente, eligió continuar con el ajuste para los sectores más vulnerables, con la soberbia y su estilo agresivo y provocador. Mientras y astutamente, Kicillof le opuso su sobriedad, la misma que esgrimió para dirimir su interna y el acompañamiento de sus jefes comunales.
Se necesitan políticos normales
Se dice también que la grieta volvió a oponerse a toda tercera posición, pero digamos también que son éstas, aunque parezca una paradoja, las que regulan y moderan esa polarización tan frecuente en los escenarios nacionales, provinciales y comunales de este país.
Insisto, son las posiciones alternativas a la grieta las que las regulan y a veces suelen imponerse con otros nombres o protagonistas. El massismo de 2013, enfrentado con el kirchnerismo, devino en una síntesis que fue el albertismo que si bien acabó siendo un conjunto vacío como dice la matemática moderna, hoy amaga con ser otra alternativa como el kicillofismo en 2027 a modo de pos-peronismo/kirchnerismo, liderado por un Gobernador que insinúa ser “normal”, lo que no es poco.
Vale la pena recordar los versos de José Pedroni para graficar esta “normalidad” que le pedimos a los políticos. Efectiva y de manera muy bella, el poeta santafesino le dice a su hijo por nacer:
“quédate con la sombra, porque a todos se humilla; quédate con el humo, sólo porque no brilla. Hijo mío: no digas Abominad, ni digas: Obedeced; no agravies, no niegues, no maldigas; discurre, anima, observa (y culmina con esta maravilla) trata de ser sencillo, sencillo y nada más”.
No sabemos qué síntesis histórica tendrá “Provincias Uunidas”, esta especie de liga de gobernadores, pero ojalá lo que venga para conducir el destino de los argentinos coincida con lo que José Pedroni deseaba para su hijo. En síntesis, una dirigencia que por sobre todas las cosas se caracterice por su sencillez y por ser normal.