Por Cacho Fernández
De pronto, todo lo que suponía que podría ocurrir, ocurrió. La Corte falló en su contra y confirmó la condena de CFK que tenía un doble conforme por la causa de Vialidad en Santa Cruz. Para la Justicia ella era culpable pero ella atribuyó eso a que se trataba de un presunto complot para sacarla del escenario político por haber sido una presidente popular.
La misma disonancia ocurre hoy después del fallo entre los bandos políticos en pugna. La ex presidente continúa declarándose inocente y es posible que jamás haya pensado lo contrario, y que su destino sería que los dioses, como en una tragedia griega, acudirían para detener la guillotina virtual que siempre estuvo a punto de caer sobre su cuello.
El gran escritor ruso, Fiodor Dostoievsky, cuenta en una de sus novelas lo que él sintió en la realidad cuando a último momento le cayó el indulto del Zar justo en el momento en el que lo irían a ejecutar y cuando la ejecución parecía inevitable. Pero el milagro llegó, casi como una broma macabra justo en el último minuto, cuando la horca ya le rozaba su garganta.
Seguramente Cristina pensó que la palabra de la Corte no llegaría jamás. Que siempre, como todo lo que tiene que ver con la política es casi un mito de esperanzas o acechanzas infinitamente postergadas.
Pero Cristina no entendió que a la realidad no se la puede desafiar permanentemente porque también es cierto que la realidad se agota de ser meramente virtual y de pronto decide ser material y objetiva. Y ese día llegó el último martes.
Cristina fue demasiado optimista con su destino. Con tanto poder carismático construido en varios años se había habituado a vencer cualquier situación adversa. Y comenzó a darse cuenta que cuando los males comienzan a descargarse sobre uno, no paran de caer. Las tragedias griegas son un ejemplo de esta visión de la vida y de los destinos que les toca a cada uno de los protagonistas.
Pero también es cierto que, aún dentro de la adversidad que está padeciendo, el mileísmo se agrieta entre dos bandos diferentes, los más fanáticos y talibanes anti periodistas y quienes quieren diferenciarse un poco de aquellos libertarios cazadores de brujas.
Cristina va y viene por el balcón de su “presidio”, bailando, banalizando su castigo y exhibiendo alguna omnipotencia o desaprensión por el fallo. Hay quienes suponen que esa actitud no le juega a su favor y que debiera mostrar gravedad por lo que le ocurrió, aunque tampoco puede evitar que su gente concurra a acompañarla y a demostrarle su afecto.
Desde lo puramente humano, su situación está atravesada por la gravedad del encierro. De ahora en más y a partir del miércoles próximo estará encerrada y con algunas restricciones (no se sabe cuáles serán) para continuar con su vida, dentro de la soledad asfixiante del cautiverio que rara vez podrá vencer. Sentirá en su alma la vacuidad de la existencia agravada por la pérdida de la omnipotencia que tuvo hasta el momento.
En esas circunstancias, el vacío es el compañero eterno y de nada sirven los eslóganes, panfletos, las adulaciones, nada de ello le servirá para contrarrestar su cautiverio, atenuado sí, pero cautiverio al fin. Todo será invadido por un silencio casi audible. En situaciones como éstas, el cielo pasa a ser el cielorraso, el horizonte, la pared de la habitación y la libertad es solo una sensación sentida dentro de uno mismo. Y por ahí empieza todo lo que sirve. El resto son minucias o baratijas con las que nos distrae el error de creer que la vida es solo poder y halagos.
¿El balcón le juega a favor o en contra?
Pero, como la política tiene sus propios códigos, no hay más remedio que valorar los hechos desde sus resultados. Algo así como bilardismo político. Cristina estará de alguna manera presa y esa condición la podría debilitar un poco. No es lo mismo para un espacio tener a su líder en libertad que tenerlo preso o en el exilio.
¿Quién la suplantará en su candidatura provincial? ¿su hijo Máximo? No parece. Máximo no tiene la misma fuerza, tampoco el carisma y la historia de su madre.
Habrá sin duda una evaluación de sus gestiones y el mismo Milei la necesita hoy en el escenario político para darle visibilidad a su propio gobierno. Hace unos días, una mujer de casi ochenta años le expresaba a su sobrino: “Yo había votado a Milei en contra del kirchnerismo pero hoy me doy cuenta que estaba mejor con ellos”, se animó a decir. De pronto, el recuerdo de Cristina en esa mujer ochentosa se embellecía por la nostalgia.
Hay quienes piensan que el fallo de la Corte sería algo así como un error no forzado ya que, sin quererlo, la habría victimizado a CFK dimensionándola políticamente ante su propia militancia y el mismo peronismo que se había fragmentado un poco. Sin embargo hoy, esos fragmentos, aunque con un puñadito de votos cada uno, estaban decididos a juntarse ante la adversidad.
La gestualidad sobre el balcón dispara las mismas controversias. Estamos ante el mundo de las opiniones y lo único objetivo es la causa judicial, las pruebas y la solidez de las acusaciones y las defensas.
“El balcón y la gente la están fortaleciendo”, opina uno de sus militantes por la tele, y todo ello llega justo en un momento en el que su figura languidecía. Como decía el General Perón “no es que nosotros seamos buenos sino que ellos (los opositores) son muy malos”. Y esta frase explica palmariamente la afirmación de aquella votante ochentosa arrepentida de haber votado a Milei y en contra de Cristina. Son casos en los que entra a tallar la sensibilidad del bolsillo, diría Perón, que es lo que gravita a la hora de votar.
La rutinización del carisma
Cristina parece muy fuerte y animada en el balcón desde donde saluda a su militancia y eso le mantiene vivo su carisma. Pero debe estar preparada para el momento en el que esa relación afectiva comience a languidecer. Porque, como teorizaba el sociólogo Max Weber, la forma de dominación carismática también se rutiniza y se burocratiza hasta perder esa afectividad y magia que la sostiene.
Eso mismo pasó con otros liderazgos similares. Tanto es así que apenas unos años después de su exilio en España, Perón debió enfrentar intentos ciertos “peronismos sin Perón”, “vandorismos” y otras alternativas político-sindicales dentro del movimiento. O también tratando de contrarrestar las roscas interminables de alguna dirigencia peronista con los militares golpistas de aquellos tiempos. Y eso pasa cuando comienza a menguar la magia de ese tipo de liderazgos sustentado fundamentalmente en la atracción afectiva y emocional.
CFK también fue abandonada en 2013 cuando Sergio Massa se abrió del kirchnerismo y se le animó con el Frente Renovador. Los afectos en política también pasan y terminan (como dice Vox Dei), y esa mengua emocional se da en todas las relaciones, sean amorosas o políticas. La rutinización del poder carismático también la padecieron otros gobernantes como Hipólito Irigoyen, Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner y la misma Cristina después de su triunfo arrollador de 2011.
Max Weber tiene razón, el carisma se rutiniza y languidece y Cristina debe estar preparada para el momento en el que aquellos/as que se juntan al pie de su balcón se les enfríe sus corazones y decidan espaciar sus visitas a su balcón.
Cautelas excesivas y el tema ausente
En lo local, la oposición admite que se habían preparado para debatir alguna presentación del oficialismo legislativo este jueves tendiente a reivindicar a su jefa condenada por la Justicia, “pero no presentaron nada y nos dejaron con ganas de discutir un poco”, advirtió un edil opositor. Lo ocurrido sorprendió mucho pero no deja de tener su lógica. Posiblemente el oficialismo no quiso ser el disparador de un tema tan controversial como el de la condena de CFK, una dirigente algo dilemática para el ciudadano medio local. “O directamente se olvidaron de hacerlo”, barajó otro concejal quien admitió haberse preparado “toda la noche” para un eventual debate.
Si bien reconocen su liderazgo, saben que Olavarría es una ciudad especial, obrera sí, pero coyuntural y transitoriamente peronista, y si alguna vez fueron K fue porque un caudillo como Eseverri los llevó de la mano hacia esos espacios.
El fallo de la Corte los sorprendió a todos y hoy por hoy nadie se anima a inferir qué puede pasar después de la tormenta iniciada por el Máximo Tribunal. La suerte de Cristina está dentro del principio de incertidumbre y nadie puede decir hoy si va a salir debilitada o fortalecida. No es la primera vez que tanto a ella como al peronismo se los da por vencidos y luego ambos renacen de sus propias cenizas.
Seguramente, la gente del PRO y LLA estaba esperando ese debate legislativo para marcar diferencias. Actualmente construyen un espacio común “porque queremos recuperar Olavarría” esgrimen, y cuidan no generar asperezas entre ambas partes como las hubo durante la gestión de Ezequiel Galli, y se han dado cuenta que de los conflictos cuesta mucho volver. Metafóricamente no quieren arrugar nuevamente la hoja porque saben que nunca más la vuelven a poner lisa. “Tenemos muy buenas relaciones y debemos cuidar esa situación si pretendemos recuperar el gobierno”, señaló un allegado al gallismo. En síntesis, la batalla política del futuro será exageradamente cautelosa en Olavarría. Tanto el kirchnerismo como el macri-libertario serán excesivamente cuidadosos con sus propias imágenes frente a los olavarrienses que hoy están absolutamente aturdidos por las crisis de empleo y de consumo que existen. ¿Y los radicales? Hay tantos radicalismos en el país como territorios, y de allí saldría una o más síntesis si es que se ponen de acuerdo. Aún sigue en pie la construcción de un pan-radicalismo junto con el GEN, la CC y otros semejantes que quieran una salida socialdemócrata. “Ricardito” la busca con el kirchnerismo que no quiere saber nada con la socialdemocracia. Una paradoja como tantas existen en este raro país.