Grabaciones que queman y prefiguran fracasos

Por Cacho Fernández

Después de conocerse las denuncias por supuestas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), el caso del fentanilo que ya se cobró un centenar de víctimas, la figura del recaudador/a que recuerda a otros similares, las internas a morir en el mismo Gobierno, se podría decir que las fuerzas del cielo parecen ser las portadoras de un verdadero apocalipsis político y la gente ya se estaría preparando para un nuevo fracaso (aunque ya lo palpita) de una promesa de resurrección nacional. “¿Otra vez más de lo mismo y encima con un ajuste brutal e insoportable?”, se estarán preguntando muchos, aún quienes votaron esta propuesta. “Nada, nada cambia”, diría hoy Violeta Parra.

La dirigencia política evidencia otra vez que se parece mucho más a una pandilla que a una fuerza política con objetivos loables. ¿Cuál es la diferencia entre ambas cosas? La explicó muy bien el psicoanalista argentino Oscar Massotta en un análisis que hizo sobre Roberto Arlt y su novela “El juguete rabioso”. En su estudio, el psicoanalista Massotta, fallecido en 1979, revela perfectamente el perfil de la pandilla como un vínculo social que tiene sus aspectos controvertidos. El argentino en su maravilloso análisis “Sexo y traición en Roberto Arlt” pinta magistralmente la mentalidad de la pandilla básicamente definida como un vínculo de presunta amistad pero sin valores éticos y en donde todo vale. Podríamos simplificarla como una amistad sin valores morales y en la que solo cuenta la complicidad y un carácter puramente utilitario.

Podría suponerse que la pandilla existe en varias situaciones, desde las barras del fútbol hasta en algunos grupos políticos. Y la realidad es elocuente en ello.

En una hinchada futbolera parece más fácil encontrar este perfil, pero en algunas vinculaciones políticas, fundamentalmente en Argentina, esta relación es bastante frecuente.

La política basada en relaciones como esas solo busca sacar ventajas de alguna oportunidad o hacer negocios para el propio provecho de los componentes de la pandilla. Al no haber valores, da lo mismo cambiar un voto por el  que se había emitido anteriormente, así sea contrario. Es el caso de la posición de algunos legisladores con el tema del aumento previsional.

Al banalizar la dimensión del voto se puede caer fácilmente en la venalidad. La negociación se parece más a una transa que a un acuerdo. También hoy nos enteramos de presuntas coimas supuestamente pedidas a droguerías o similares. Son prácticas que el actual Gobierno se lo atribuía a la gestión anterior, pero es posible que se lo continuaría haciendo con absoluta naturalidad sin importar de qué color político sean.

Lo que le interesa al pandillero – político es acumular dinero para sostener el poder. Esto mismo lo hemos escuchado en  las recientes comunicaciones telefónicas con droguerías y laboratorios en las que parece revelarse un sistema de recaudación que involucraría a funcionarios del Gobierno.

Para un integrante de la pandilla no cuenta otra cosa que el de hacer cualquier cosa por el poder. El resto no contaría y mucho menos aquellos objetivos relacionados con lo que es bueno para los sectores vulnerables tales como los discapacitados, jubilados o trabajadores.

Difícilmente una actitud política sin base moral pretenda objetivos sanos y constructivos para el resto de la sociedad. Por más que pregonen esos objetivos. Y, como dijo alguien, “ideas banales generan conductas venales”.

Entonces, ¿qué se puede esperar de un político que modifica la naturaleza de su voto favorable a los jubilados para obtener un lugar en una lista y poder así seguir viviendo de la política? O, ¿quién se queda o se ha quedado con fondos públicos mientras los sectores populares no cuentan con coberturas dignas de salud o buena educación para enfrentar el futuro con mayores posibilidades?

En la historia nacional podemos ver muchos comportamientos políticos similares a los de las pandillas. Los últimos están en la agenda mediática actual. Lo cierto es que mientras la política en general funcione de esta manera, difícilmente se podrá construir otro país diferente al que hemos padecido y se está padeciendo.

“Nada, nada cambia”

Ayer leíamos que entre Milei y Macri habría existido un supuesto pacto pero no para favorecer a un tercero sino para perjudicarlo y a la vez beneficiarse ellos mismos.

En la novela que Massotta analiza para hablar de las pandillas, el protagonista central, Silvio Astier, no duda en traicionar a su “mejor” amigo para satisfacer al ingeniero. De la misma manera se comportan algunos políticos y/o gremialistas. Casi no existen diferencias con los personajes de la ficción. El argentino medio e ingenuo seguramente cree ver en las grabaciones denunciadas por el ex titular de ANDIS, Diego Spagnuolo, las mismas cosas que refería Fariña y le retorna a su memoria las anécdotas de la denominada “La Rosadita”. Entonces, ¿dónde está la ética? Quizás en ninguna parte. La motosierra del Presidente parece actuar selectivamente.

“La gente se va hartando de la política», advirtió José Eseverri en el programa radial “Un Cacho de Mañana” por FM 105,1 anticipando entre un 40 y un 50% de ausentismo en las urnas. El Gobierno, llamativamente, se apuró a correr a Spagnuolo y ayer por la tarde se publicaban fotos de Spagnuolo con Victoria Villarruel y Marcela Pagano para dar a entender que todo estaría dentro de una interna contra Karina Milei y su hermano. Anteayer, el Presidente habría bloqueado de su WhatsApp a Spagnuolo, otrora su amigo. Y como si esto fuera poco, los medios afines al Gobierno se apresuraban para descalificar la denuncia de Spagnuolo y bajarle el precio haciendo participar al abogado de Cristina Kirchner en el affaire. Los ciudadanos de a pie están rogando que la Justicia no mire hacia otro lado para que todo esto se esclarezca de una buena vez y que vaya preso quien corresponda.

Una frase bizantina

De todos modos, y como para completar esto, mientras los medios esperaban que Milei hablara sobre el tema en la Bolsa de Rosario, el Presidente se presentó allí y anunció que hablaría sobre “la volatilidad de la tasa de interés”, lo que fue más o menos como aquellos bizantinos que debatían sobre el sexo de los ángeles mientras los otomanos amenazaban con derrumbar las puertas de la capital del imperio y destruirlo totalmente. 

Entonces, mientras un funcionario denuncia a Karina y su entorno por supuestas coimas, al Presi solo parece interesarle lo que tituló como “la volatilidad de las tasas de interés”, un tema hoy tan abstracto como el sexo de los ángeles.

Algo más para adornar este escándalo. Mientras se le niega un 7% de aumento a los jubilados que cobran unos 300 mil pesos, los senadores se decretan un aumento que eleva sus dietas a los 10 millones de pesos mensuales. Estamos hablando de la política en modo “pandilla”.

Los frentes y sus internismos

Los resultados electorales son un verdadero misterio, desde lo distrital, pasando por lo seccional y llegando al nivel provincial en donde los espacios se van complicando cada vez más. Tanto en el Frente LLA como en el pero – kirchnerismo parecen apostar a una derrota en sus oponentes internos. Parecen actuar unos contra otros y, como diría Borges, no  los uniría el amor o la coincidencia sino el espanto. 

La unidad que pregonan ambos parece no ser tal. Axel Kicillof no descarta que tanto Cristina como Máximo Kirchner jueguen a una derrota de la gente del Gobernador, pero parece no tener en cuenta que aún así, estarían contribuyendo a conformarle un panorama más claro a las ambiciones de ser uno de los principales candidatos presidenciables en 2027.

A Cristina K la presiona su propia desesperación y apuesta no al poder electoral sino al callejero de los Grabois o de la Agrupación Evita, versión Taiana. En cambio, Kicillof insiste en revivir al peronismo bonaerense sustentado en los jefes comunales, camino que puede ser mucho más conducente a la unidad que la versión disruptiva aunque con poca política de Grabois. El pero – kirchnerismo cuenta hoy con la oportunidad de consolidarse en el territorio bonaerense pero esto será si no los tienta el internismo en el que (pasa lo mismo con LLA – PRO) todos creen que ganan solos y sin la ayuda de sus aliados, un pensamiento tan atado al mesianismo y la autocracia porque incluye la fuerte subestimación y desprecio de los compañeros de ruta.

Como en el pero – kirchnerismo, también en la alianza LLA – PRO pasan cosas similares. Tanto es así que el grupo de Karina Milei supone que puede prescindir del macrismo y de la gente de Santiago Caputo. Y recíprocamente. De esa manera poco a poco van a ir desapareciendo los frentes electorales simplemente porque en ellos prevalecen los odios recíprocos y no las ganas de resolver los problemas de las mayorías. 

Somos Buenos Aires (radicales, pan – radicalismo y algo del peronismo) insinúa algo distinto  pero por ahora es todavía una insinuación. Veremos qué pasa el 7 de septiembre y si se presenta un escenario diferente y si se aprende algo de la experiencia y los errores. Bah, ambas cosas son lo mismo.

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