El panorama global presenta hoy estos indicios: ausencia total de obras públicas a nivel nacional, un Presidente que señala casi como una letanía que “no hay plata”, la pérdida de 279 mil puestos de trabajo, el cierre de 29 mil empresas, un país a punto de venderse al imperio norteamericano y de comprometer la seguridad de sus habitantes a partir de ese brutal alineamiento, hechos de corrupción con criptomonedas, un diputado que recibe transferencias en dólares de un narco, coimas en el área de discapacidad y otros hechos.
En lo local, tal vez a causa de todo ello el reflejo de estas catástrofes: vecinos que deben acudir a las colectas públicas, por radio o por redes para poder operarse porque el Hospital dice que no tiene ni los profesionales ni la tecnología para hacerlo. Aumento de tasas a los vecinos en vez de buscar esos recursos faltantes en recuperar la alícuota del 4% por Tasa de Explotación de Canteras a las principales cementeras, o incrementar la Tasa de Seguridad e Higiene a las entidades bancarias que son quienes más están sacando ganancias de este modelo económico, ausencia total y absoluta de obras públicas, abandono de las obras de hidráulica justo en el momento en el que más se necesitan.
Además, como aplicando un viejo sueño liberal, se viene reemplazando el trabajo genuino por cooperativismo, quitándole derechos laborales a los olavarrienses.
Mientras tanto, un Hospital que fue orgullo en Olavarría se va cayendo por falta de inversiones y por fuga de profesionales. Y si por casualidad alguien debe ser intervenido quirúrgicamente, el paciente y sus familiares deben juntar entre 3,4 y 5 millones de pesos en colectas mediáticas para que alguien los opere en alguna clínica local que posee el material para hacerlo y que, como le han dicho, “el Hospital no lo tiene”. A este escenario crítico habría que añadirle las crisis de las obras sociales como IOMA, mercantil y de otros gremios. Es como si se hubiese acabado la salud pública. Estamos en una etapa pre-peronista.
El liberalismo sanitario, entonces, va ganando peligrosamente terreno en Olavarría. Simultáneamente, las coberturas sociales van languideciendo progresivamente hasta ponerse a un paso de su extinción. El viejo sueño de Perón languidece peligrosamente de la mano de quienes se dicen “progresistas” o “populares”.
La salvación olavarriense
Mientras tanto, las cementeras se restriegan las manos ante la falta de valentía política y de compromiso social del poder político por no intentar recuperar el 4% por Tasa por Explotación de Canteras que deben pagar.
En Olavarría existe un profundo miedo en la dirigencia política de avanzar en ese sentido, esto es, no se quiere ir por ese puntito más en el mal llamado “Impuesto a la Piedra” (no se sabe los porqués de tanta genuflexión con las cementeras) y tampoco se intenta cobrar algo más a los bancos por Tasa de Seguridad e Higiene. Creo que alguna vez existió un intento pero enseguida se retrocedió. ¿Será ese el poder financiero del que se habla? ¿Es más fuerte que el poder político? Y lo mismo pasa con las mineras. ¿Cuenta más el poderío de las cementeras que un gobierno elegido por la mayoría popular?
Sin embargo, el Intendente de Bahía Blanca, Federico Susbielles, ante la misma falta de recursos, resolvió aumentarles la Tasa de Seguridad e Higiene a las empresas petroquímicas en un 200% (estaban en un 0,81 y las llevó al 2%) para hacerse de tales recursos. Lo mismo debería hacer el Municipio con las cementeras, incrementando la Tasa por Explotación de Canteras hasta un 4% como lo dispone la Ley Lara (hoy está en un 3%), y por ahí también se les podría incrementar la Tasa por Seguridad e Higiene a las entidades bancarias que están juntando con una pala la plata de los olavarrienses.
La tasa creada por el Senador Oscar Lara “es un derecho que tiene el Municipio”, puntualizó el contador y ex concejal Sergio Milesi, autor en su momento cuando ocupaba una banca en el HCD, de una suba de un 1% cuando dicha tasa había sido reducida al 2% por la dictadura militar y sus cómplices locales. “En ese momento, ese tributo representaba el 20% del Presupuesto y en diez años, aquella suba terminó representando un presupuesto más para los olavarrienses”, añadió.
También Milesi reivindicó ese derecho olavarriense. “Por no ir por ese 4% se resienten la salud, los salarios, las obras públicas. El Intendente de Bahía Blanca les subió más del 200% la Tasa de Seguridad e Higiene a las petroquímicas. Entonces, nosotros, como peronistas no podemos no aumentarle a las cementeras un punto más en la tasa minera. Los gastos en salud, en educación, se han incrementado y por ello debemos ir por un aumento porque quienes la van a pagar son los más poderosos. Además, ese adicional del llamado Impuesto a la Piedra lo deducen luego de Ganancias y es dinero que va a ir conformando un círculo virtuoso en la economía local”, remató Sergio Milesi.
La hora de los partidos
En general, junto al vaciamiento de la política de ideas y de recursos se fue instalando una peligrosa banalización y burocratización de los partidos. Junto a ello devino una enorme fragmentación en todos ellos de la cual se salva -un poco nada más- el partido que hoy tiene el poder.
En general, las instituciones y los sistemas entran en crisis cuando caen en el vaciamiento y pierden, por ende, el sentido de sus existencias. Es el momento, como decía Nietsche, en el que comienzan a mirar a los abismos que alguna vez los terminarán mirando a ellos o los convocarán a convivir con la vacuidad, el nihilismo y el sin sentido.
A los partidos les sucede lo mismo que a Sísifo, aquel personaje mitológico griego condenado a empujar eternamente una roca hasta una cima para luego contemplar su caída y sin poder evitarlo.
Con los partidos pasa exactamente lo mismo. Como los matrimonios, comienzan con todas las luces pero luego van siendo ganados por la burocratización y la opacidad. Y es cuando comienzan los desencuentros y las divisiones. Es el momento en el que de nada valen los intentos de acuerdo simplemente porque ya está todo roto.
Le pasó y le pasa al peronismo/kirchnerismo, lo mismo le ocurrió al radicalismo y ya le está pasando a LLA en donde, y algo prematuramente, sus miembros ya ni duermen en la misma cama.
La fiesta ya terminó, cada integrante ya definió su lecho y el ámbito en donde transcurrir su aburrimiento. Es el momento en el que, como en las parejas archiconocidas de la TV, comienzan a gozar con el conflicto, con la riña y con el desencuentro. Y todo esto es así porque, o bien faltan las ideas y objetivos, o bien ya dejan de existir las emociones positivas y surgen las tanáticas y el afán de vencer al oponente, aunque éste sea del mismo partido. En síntesis, el goce está dado por la derrota y el fracaso del oponente.
El ejemplo de Nueva York
El pero/kirchnerismo entró en esa etapa y ya pasó la comezón del séptimo año. Hoy es una lucha sin cuartel de todos contra todos y están poniendo en peligro la unidad, la razón por la cual los mantiene con vida.
Con Cristina, el camporismo en crisis y al borde de la burocratización y la extinción, es Kicillof quien puede sobrevivir y solo debe ganar algo de representación y referencia en el peronismo del interior.
El Gobernador Bonaerense cuenta con la ventaja de no estar involucrado con ningún caso de corrupción, y eso lo torna intocable. Solo debe demostrar que es capaz de cambiarle la vida a la gente, y nada más para ganar convocatoria peronista y popular como lo hizo Zohran Mamdani en Nueva York. Lo que quiere decir que sin una dosis de populismo es imposible ganar una elección y quizás mucho menos gobernar.
Entonces, tanto Kicillof, el peronismo genuino, el radicalismo y los espacios populares deben prometer (desde el Estado) un mundo con transporte gratis o sumamente accesible, cobertura de salud, contención económica de los más vulnerables, etc.
Son las mismas consignas con las que tanto el peronismo y el radicalismo emergieron en la historia después de los ajustes liberales colmados de desigualdad. No hay otra manera. Ya no hay lugar para tibiezas. Éste es un tiempo (como en 1916 y 1946) de promesas y no de realidades. “Queremos promesas, no realidades”, proclamaban los revolucionarios franceses de 1968. Estaban reclamando esperanzas, ni más ni menos, para creer ya no en la política sino en la vida.
No debe olvidarse que Milei ganó con promesas de las cuales no cumplió con ninguna. Simplemente las procastinó infinitamente, lo mismo que pasa con el paraíso de las religiones.
El destino de cada uno
En tanto, el PRO, al que luego del sacudón de Macri y Caputo, se encontró perdido y sin espacio conceptual que se lo iba ocupando Milei, está viendo que también lo fue perdiendo definitivamente con LLA. ¿Qué debería hacer para intentar una nueva vida? Primero, dejar de esperar las migajas que le dan los libertarios y jugarse a ser una suerte de centro – derecha capaz de proponer una gestión racional alternativa al populismo (pero no tanto) y con acomodamientos en la economía pero sin dejar de lado el corazón. Precisamente lo que no está haciendo Milei y si lo implementó Carlos Menem. Solo de esa manera puede liberarse de su nuevo dueño/verdugo que son los libertarios, y aguardar el 2027 para disputarle en la PASO la posibilidad de ganarle a su competidor, y amo a la vez, la hegemonía y a la vez contenido de lo que debiera ser la opción de la centro-derecha nacional. Algo así como la democracia cristiana europea.
Con el radicalismo y el pero/kirchnerismo pasan cosas parecidas. El secreto es ir construyendo sendas alternativas para las Primarias del 27: modelos sensibles, éticos, republicanos y democráticos, pero muy lejos de la corrupción que ha colonizado tanto a los espacios políticos mencionados. La venalidad puede no ser un factor decisivo a la hora de votar, pero sí lo es a la hora del descarte de algunas expresiones políticas. Porque a ningún votante le agrada que le reprochen haber votado corruptos.
Un apartado final para “los radicales y peronistas con peluca” como los hubo con los militares golpistas. De nada vale, como dice el tango, “vender el alma y rifar el corazón” por una banca para preservar una cuota de poder, porque, parafraseando a Antonio Machado, “lo que se pierde en la dieta de una banca, se gana en eternidad”. Olavarría tiene su ejemplo de ello y no hace falta nombrarlo.

